
Por David Tamayo García
Entre alianzas incómodas, desgastes de imagen y estructuras desgastadas, la contienda interna por la candidatura de Morena a la gubernatura de Baja California rumbo a 2027 se ha convertido en un reflejo de las tensiones internas del partido y de los intereses que lo rodean. Aunque las encuestas más recientes muestran un empate técnico entre Julieta Ramírez y Jesús Alejandro Ruiz Uribe, la verdad detrás de los números va más allá de los porcentajes de intención de voto. Desde enero de este año nos hemos dado a la tarea de revisar las tendencias y, aunque nos encontramos con números inflados que desean confundir a la sociedad, las análisis de las encuenstas publicadas por medios nacionales arrojan datos relevantes.
La senadora Julieta Ramírez Padilla comenzó el 2025 liderando las preferencias internas de Morena. Su cercanía con la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda y su trabajo legislativo en temas sociales, especialmente en zonas como San Quintín, la posicionaron como una figura visible y con respaldo institucional. En mayo, Plural.Mx le asignó un 18% de intención de voto, muy cerca de Ruiz Uribe. Sin embargo, su perfil muestra fisuras graves. Su dependencia del aparato gubernamental ha encendido alertas dentro del partido, especialmente entre quienes temen que su candidatura reproduzca el estilo vertical y controlado de la actual administración estatal. Además, su cercanía con Marina del Pilar —a quien se relaciona con conflictos internos y corrupción internacional por la pérdida de la visa— es una lastre complicado ya que la mayoría ciudadana no ejercería el voto por nadie ligado en ningún sentido con la gobernadora actual.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe, delegado federal de Programas para el Bienestar, ha crecido sostenidamente en la percepción pública. Con una base sólida de seguidores que además conocen la trayectoria de izquierda del delegado. Ruiz Uribe se ha consolidado como el único aspirante sin vínculos comprometedores con figuras señaladas por prácticas cuestionables. A diferencia de sus contrincantes, Ruiz Uribe no mantiene nexos con Adán Augusto López, ni con Ricardo Monreal, figuras que arrastran acusaciones de corrupción, autoritarismo o traiciones políticas; por otra parte su trabajo va lígado a los principios de la presidenta Claudia Sheinbaum quien además lo ratificó en el cargo actual.
El alcalde de Tijuana, Ismael Burgueño, si bien lideró en la encuesta de junio con 19%, enfrenta una percepción negativa por su manejo de la inseguridad en la ciudad. Su cercanía con Marcelo Ebrard —quien representa una corriente divergente dentro de Morena— le resta respaldo entre los leales a Claudia Sheinbaum. Por su parte, Armando Ayala, exalcalde de Ensenada, carga con los resultados irregulares de su administración municipal y su alianza con Adán Augusto López, lo cual lo distancia del núcleo oficialista. Su retroceso en las encuestas (9% en mayo) refleja ese desgaste. Fernando Castro Trenti, por último, representa la herencia del viejo PRI. Su 4% de apoyo en encuestas refleja tanto su bajo carisma como la desconfianza que genera su cercanía con Ricardo Monreal. Su figura, además, provoca fricciones internas que podrían fragmentar aún más a Morena.
Baja California ha vivido procesos de alternancia que han enseñado a su ciudadanía a desconfiar de proyectos políticos opacos. Permitir que personajes ligados a redes de corrupción o viejas estructuras partidistas vuelvan a tomar las riendas del gobierno sería un retroceso para el estado. En este sentido, cualquier candidato que arrastre vínculos con figuras cuestionadas supone un riesgo para la gobernabilidad y la transparencia.
Analisis de Grupo Ierós; se recopilaron las encuestas publicadas en los últimos seis meses publicadas a nivel nacional.